EXPANSIÓN
Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente
El planeta Kardas estaba frente a la RM-749, pero no teníamos contacto con sus habitantes. Todo se encontraba silencioso. Otras naves de la Confederación orbitaban el planeta intentando contactar a los puestos de comando. Nada. Era un silencio desesperante. Nos era totalmente imposible ingresar al planeta. Se habían hecho varios intentos pero las naves rebotaban como si se estrellasen contra una muralla invisible.
Por los reportes que recibimos, supimos que tres naves de los Latniuqs habían ingresado al planeta y desde ese momento toda comunicación había cesado. Las naves de vigilancia espacial las habían intentado atacar para evitar su ingreso, pero se habían quedado misteriosamente sin energía. Dos naves habían quedado inutilizadas y su tripulación había muerto. Las demás se replegaron al ver que sus intentos de ataque eran inútiles. Nada funcionaba contra esos extraños seres.
El capitán de una de las naves de la frustrada ofensiva, reportó que tal parecía que las naves latniuqs succionaban la energía de quienes pretendían atacarlas. El abatimiento entre las naves de la Confederación iba en aumento, así como el número de quienes seguían llegando tratando de entender la inactividad de quienes ya estábamos en órbita.
Rom contemplaba todo en silencio. Varios capitanes nos contactaron para saber qué haría la Confederación para defender el planeta, pero Hazler les indicó que sólo quedaba esperar. Eso produjo estupefacción entre la flota. Que el Guerrero no actuara en una batalla, era algo tan insólito como el ataque del expansivo imperio.
Tres días estuvimos en órbita esperando el desenlace del impenetrable ataque, hasta que las tres naves Latniuqs salieron del planeta y se marcharon a los confines de su imperio. Por orden expresa de Rom Hazler, nadie las atacó. Ya habían demasiados muertos, no hacía falta incrementarlos. Al fin pudimos ingresar al planeta, pero hubiera sido mejor no haberlo hecho. La destrucción era catastrófica. Todo estaba en ruinas y, por más que se revisó todo el planeta, no se encontró a ningún habitante de Kardas. Ni un cadáver, ni un despojo, nada…
Hazler solicitó un informe detallado de la destrucción. Era necesario averiguar cuál fue el lugar inicial de la misma, pero había tanto caos que llevó un par de horas ubicarlo. Descendimos cerca y Rom analizó milimétricamente el lugar. Era uno de los 29 lugares donde se había posado una nave latniuq en el planeta, pero era el único donde la destrucción era total. Y era precisamente enfrente de Laryk, la principal ciudad del planeta. Aquello no tenía comparación en la memoria de las guerras en las que había combatido. La destrucción era completa, pero no fruto de un arma desintegradora, sino más bien de millones de pequeñas detonaciones que quebraron en pedacitos, uno a uno, todas las edificaciones. Aquello quitaba el aliento.
Rom seguía examinando el lugar. Buscaba algún indicio, aunque no parecía tener sentido tratar de encontrar algo en aquel caos de restos de todo tipo. Lazú estaba muy activo desentrañando las fuentes de energía, los restos, las huellas, contrastando con las imágenes de una ciudad incomparable, de una belleza que trascendía los sistemas. ¿Cómo había sido destruido todo esto en tan poco tiempo? ¿Qué eran los latniuqs y que armas poseían?
Vi llorar a varios soldados de la Confederación que tenían familiares en la ciudad. Esta destrucción artesanal sobrepasaba todo aquello que conocíamos. El enemigo era más poderoso que nosotros y si no lográbamos entenderlo nos destruiría indiscutiblemente. Un sudor frío me recorrió la espalda. Combatir entre iguales era una cosa, pero pelear contra lo desconocido resultaba más que desesperante.
El lugar de inicio fue analizado hasta decir basta. Cada resto, huella, aroma, residuo, fue verificado minuciosamente. Más que soldados de la Confederación, nuestras tropas parecían expertas en la reconstrucción de un artero crimen. Todos colaboraron peinando los restos de la otrora inmensa ciudad. Nadie quiso quedarse con los brazos cruzados, aunque a nadie le quedó claro en que nos podría ayudar saber cómo fue destruida Laryk.
La tarea nos llevó una semana de intenso trabajo. Se trajo el mejor equipo y se reconstruyó holográficamente la ciudad. Se evaluó la fuerza de los impactos que destruyeron las edificaciones y todo el entorno. Fue un período de locos. Al final, se le entregó a Rom el resultado y éste lo analizó con la plana mayor del Comando de Defensa. Estuve presente en la reunión y puedo decirte que, en pocas palabras, lo único que quedó claro es que todo fue destruido, pero no cómo.
Mil hipótesis surgieron pero ninguna explicaba la ausencia de una defensa concreta por parte de los habitantes. El planeta tenía sólidas defensas, numerosas tropas, las mejores armas, pero todo apuntaba que la destrucción había sido unilateral, progresiva y sin ninguna evidencia de utilización de armas defensivas por parte de los habitantes. Los exterminaron sin que opusieran resistencia. O al menos eso indicaba la evidencia.
Terminada la junta se contactó al Presidente del Consejo Supremo, Xile Drago, para informarle de los decepcionantes hallazgos. Rom habló con él en el Zednem de una nave de Comando. El Holograma Vernadeano de Drago lo mostró muy envejecido, como si el informe le estuviera consumiendo la vida. Y no era para menos, un planeta entero había sido devastado, millones de vidas se habían perdido y un peligro incontenible amenazaba a toda la Confederación.
La pregunta con que concluyó la reunión siguió resonando en mis oídos cuando nos alejamos del arrasado planeta Kardas en la RM-749: “¿Cómo vamos a detenerlos?”.
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