TAJADAS
ECONÓMICAS
Por Ernesto de la Fuente
En un país que, por momentos, parece
desmoronarse en pedazos, resulta sorprendente el cómo sus habitantes buscamos
nuevos medios para acelerar el caos o complicarnos la vida unos a otros. No
deja de llamar la atención el vivo interés que presentan los ejidatarios de
Pisté por buscar un pellizco en las ganancias que da la zona arqueológica de
Chichén Itzá, una de las nuevas siete maravillas del mundo y un imán para el
turismo, tanto nacional como extranjero, que la visita para conocer las prodigios
de la civilización maya.
De entrada no se puede culpar a los
ejidatarios de buscar ganancias donde ven que todo el mundo las obtiene,
comenzando por el Gobierno y terminando por los cientos de vendedores
ambulantes que han hecho de Chichén-Itzá el primer gran mercado artesanal
posicionado en plena zona arqueológica. Varias voces se han alzado para señalar
el gran peligro que este reclamo puede conllevar para el turismo en nuestro
estado. ¿Quién va a querer visitar un lugar donde la gente cierra la carretera
con piedras y te cobra el paso, más cuando uno no tiene vela en el entierro del
pleito y únicamente está de visita?
Con todo, es necesario indicar que lo que los
ejidatarios están haciendo, no es nada nuevo en la historia de este México
nuestro. Le pondré tres ejemplos muy significativos:
1.- Si quiere usted visitar la zona
arqueológica de Bonampak, en Chiapas, para conocer las bellísimas pinturas
realizadas por los mayas, se llevará la “grata” sorpresa de que, pese a que hay
un camino transitable, no puede pasar por él. Tiene que pagarle a los
lacandones, en cuya reserva están las ruinas, para que ellos le lleven. No hay
otra opción, es “su” derecho como etnia indígena.
2.- Ir a Yaxchilán, Chiapas, en plena frontera
con Guatemala, junto al río Usumacinta, implica un enorme absurdo. Para poder
embarcarse y llegar a la zona arqueológica, hay que llegar a una simpática
población llamada Frontera Corozal. Aunque parezca increíble, hay que pagar
para poder entrar a la población, que no tiene nada de extraordinario ni
proporciona ningún servicio gratuito. Así como lo lee. Luego, hay que pagar la
entrada a la zona arqueológica en la población, el INAH no cuenta. Y después,
por supuesto, hay que pagar la lancha para llegar a ese hermoso lugar situado
en plena selva.
3.- Calakmul, Campeche no se queda atrás en
los cobros múltiples. Situado en la reserva de la biósfera del mismo nombre,
esta zona arqueológica es, a mi juicio, la más grande del área maya en todo
México. Está en medio de la selva y conlleva toda una aventura llegar a ella.
Ahí también reina el ejido. Con una pluma metálica te impiden la entrada a la
carretera de 63 kilómetros que atraviesa la selva. El ejido te cobra por pasar:
¡Por auto y por persona! No, no dan recibos. A los 20 kilómetros, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP),
te cobra por concepto del acceso a la Reserva, como área natural protegida. Al
llegar a la zona arqueológica, el INAH también te cobra. Lo único bueno es que
el Museo, dependiente del Gobierno de Campeche, no cobra nada, es extrañamente
gratuito, al igual que los mosquitos e insectos.
Así que es comprensible que, en un país donde todos quieren imponer su
ley para provecho económico propio, no sea raro que salgan a relucir reclamos
de todo hijo de vecino. Es triste decirlo, pero en México tener una actividad
que produzca dinero conllevado el tener que pagar a casi todo mundo por eso.
¿Es eso justo, deseable y sano? No, pero lamentablemente es real y esperamos
que, en el caso de Chichén Itzá, se le encuentre una pronta solución o
acabaremos teniendo que pagar hasta por entrar a las poblaciones. eduardoruzhernandez@gmail.com
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