Llegó a la estación empapada de besos. Cuando subió al tren ya había olvidado quien se los había dado.
Quería una séptima vez pero él ya no pudo más. En venganza ella no fue al entierro.
Anhelaba ese libro con todas las fuerzas de su ser. Cuando al fin lo compró, lo puso en el estante junto a los otros 456 libros que no había leído.
La orgía fue tan gratificante que cuando la quiso plasmar en un cuento, dejó la computadora y volvió con sus amigas a recrearla y así poder tomar notas de los minuciosos detalles.
Plasmó tan bien su neurosis en el cuento, que todo el que lo leía se apropiaba de ella y terminaba siendo peor que él.
Ernesto de la Fuente
Ojo enamorado

En tu mirada
viernes, 26 de mayo de 2017
jueves, 11 de mayo de 2017
DESPRECIO LITERARIO
Miércoles 13 de
mayo de 2015.
FURIBUNDO JUEZ
Ernesto de la Fuente
Leía con la firme
determinación de encontrar substancia en los textos. Algo tenía que sacar de
ellos, más que ideas, más que anécdotas, jugo
intelectual. Así lo llamaba. Por eso era tan estricto en sus lecturas. No
podía extraer aquel “substancia” de
escritores que fantaseaban con sandeces. Porque eso sí, él amaba que lo narrado
fuera verosímil. Si alguna de las lecturas no cumplía con su estricta
observancia, la desechaba con inclemente asco.
Un día este
temible lector sintió deseos de escribir. Había leído tanto y por tanto tiempo,
lecturas cada vez más selectas, que cada día le resultaba más difícil encontrar
libros que llenaran sus expectativas, por lo que decidió escribirlos.
Ante esa perspectiva,
decidió inscribirse a un Taller de
Creación Literaria. Al principio, todo fue muy bien. Se explicaba un poco y
se incentivaba a que cada participante escribiera algo. Pero no todo fue dicha.
La instructora les solicito que unos a otros se examinaran sus cuentos, y fue
entonces que el rígido juez surgió desacreditando formas de escribir que no
cumplían sus escrupulosos cánones de gusto.
Su duro juicio
pronto cayó mal entre sus compañeros. Despedazaba escritos y enmendaba todo
tipo de errores. Siendo lector de años, para él eso era de lo más sencillo. No así
para los demás. Uno de sus compañeros tenía alma de poeta y agujereaba la
verosimilitud en sus textos. En sus escritos, las miradas se convertían en
pájaros y las voces en peces que navegaban por los ríos de sonidos hasta acabar
llegando al puerto de los oídos.
Con este compañero
se ensañaba con particular énfasis. Lo detestaba por escribir anécdotas
inverosímiles que conllevaban situaciones absurdas. Pero su compañero no se daba
por aludido y seguía dejando que las ideas saltaran de un lado a otro como
conejos y huyeran rugiendo como leones heridos. Al fin, cansado de sus
sandeces, el lector inexorable se negó a examinar aquellos escritos.
El curso acabó y
cada quien siguió su propio camino. Aquel riguroso juez obtuvo lo que quiso y
acabó escribiendo sus propios jugos
literarios para poder beberlos a su gusto. Pasaron algunos años y un día, en tanto
inspeccionaba una librería en busca de algo que colmara sus finos gustos,
encontró un libro escrito por aquel antiguo compañero. Le asombró la enorme
cantidad de ejemplares de aquel título y que lo promovieran como el más
vendido. Leyó una y otra vez el título sin entenderlo: Cien años de soledad.
lunes, 8 de mayo de 2017
ANOTACIONES AL MARGEN
CUENTOS CORTOS
Por Ernesto de la Fuente
El sol entra silenciosamente por la ventana, en tanto
las tinieblas y su vida escapan estrepitosamente por la puerta.
Queda sola, cierra los ojos, la pesadilla se apodera de
ella.
Ocho balas, dos muertos. Eso de la economía no es su fuerte.
Cuando el lobo se quita la piel, no asusta a las
ovejas. Tarde comprende que no son herbívoras. Es todo un delicioso banquete.
Cuando su mujer le sirve la comida, mira el plato
con profunda extrañeza.
—
¿Qué me diste? —reclama alterado.
— Lengua, lengua
de escritor.
Devora el libro
con tantas ansias que no deja ni la encuadernación. Su madre lo regaña: No por
ser comején debe ser mal educado.
No lo acaba de
creer, gracias a que pierde la dama gana la partida. El divorcio lo ha favorecido. Jaque mate.
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