Para mi hija con todo amor
REGRESO
Por Ernesto de la Fuente
— ¡Abuelo!
¡Abuelo! ¡Hay un gato en el jardín maullando para que le abran la puerta!
El anciano se
levanta con dificultad ante los requerimientos de su nieto. Hace años que no hay
mascotas en la casa, debido a los constantes viajes que realiza. Se acerca y
observa al animalito que chilla zalameramente requiriendo pronta atención. Es
negro, de ojos verde amarillentos y muy buen porte.
—Debe ser de
algún vecino —dictamina tratando de explicar su presencia—. Ábrele.
El gato entra
como bólido y se dirige sin tardanza a la cocina. Parece conocer muy bien la
casa. Sus maullidos se acrecientan. Se acerca al abuelo restregándose
amistosamente en sus piernas. Un ronroneo persistente se escucha. El hombre abre
el refrigerador y saca un par de rebanadas de jamón para dárselas. La alegría
del felino es evidente y devora la comida con singular deleite.
— ¿De dónde
habrá venido? —Cuestiona el niño—. Es muy dócil y amigable.
El viejo lo examina
con detenimiento. Hay algo en él que llama su atención.
— Conozco a
este gato negro —asegura con firmeza en tanto frunce el ceño denotando gran
sorpresa—. Pero no puede ser…
En eso llega su
hija, la tía del niño, quien mira al micifuz en tanto se relame los bigotes
satisfecho, y exclama sorprendida:
— ¡Es igualito
a Tomasito!
— ¿Quién es
Tomasito? —pregunta extrañado el niño.
El pensativo anciano
contesta:
— Un gato que
tuvimos hace muchos años y que un buen día se fue y nunca regresó. Yo dije que murió,
pero tu tía consideró que simplemente estaba desaparecido.
— ¿Desaparecido?
—cuestiona extrañado el chiquillo.
El abuelo
acaricia su cabeza explicándole:
— Es un término
que se usa en las guerras, cuando un soldado participa en una batalla y nunca
se vuelve a saber de él. No regresa y tampoco se encuentra su cadáver…
Contemplan al
minino que ha comenzado a lavarse la cara con ayuda de su pata delantera y los
mira de reojo. Después, como siguiendo una rutina establecida, busca una silla
en el comedor y sube para acostarse. Parece estar tomando posesión de la casa
que abandonó hace mucho tiempo.
— ¡No puede
ser! —Sentencia el hombre—. Tomasito se fue hace 20 años. Ningún gato vive
tanto tiempo.
El animal lo
voltea a ver como si supiera que está hablando de él y lanza un maullido
contestatario. Los tres lo observan con asombro.
— ¡Tía! ¡Tía!
¡Tía! ¡El abuelo no despierta!
La mujer corre
a ver a su padre quien yace sentado en su silla favorita, con la cabeza
ladeada, como si viera algo en el jardín. Intenta hacerlo reaccionar pero es
inútil. El hombre se ha marchado dejando abandonado su estorboso cuerpo. Un
viejo amigo ha venido a buscarlo y no ha podido negarse a acompañarlo. En tanto
las lágrimas cubren el rostro de la hija, un maullido se escucha a lo lejos:
Los gatos siempre regresan por sus amos.
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me gusto esta mamalon y chido
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