Ojo enamorado

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En tu mirada

martes, 26 de mayo de 2009

Dulce dicha

Las serpientes se reunieron en su primera gran asamblea anual. Su líder máximo, Pitoona, estaba ahí para indicarles la senda a seguir. No obstante, no había gran cosa que encausar, más que el descontento de todas contra el demonio, por haberlas envilecido por toda la eternidad.
-¡¡¡No es justo!!! ¡¡¡Para toda la humanidad somos símbolo del mal!!!
Gritaron todas enojadas a la vez en tanto movían sus lengüitas.
-¡¡¡Dios nos debe reivindicar!!! -gritó Pitoona y el murmullo fue aprobatorio.


La reina Pitoona pidió audiencia ante el mismísimo Dios y así fue que nuevamente una serpiente entró en el Paraíso.
Iba Pitoona arrastrándose lo más rápido que podía para llegar ante el trono del Creador, cuando en su carrera se tropezó con una hermosa mujer que venía del trono del Padre.
-Perdón -dijo con dulzura la mujer, sin poder evitar pisarla con su calcañal.
Pitoona sintió el dolor al ser machucada, pero contrariamente a las experiencias previas que había tenido en la Tierra, el dolor no fue amargo sino dulce, muy dulce, tan dulce que ya no deseo seguir caminando.
El ángel que la acompañaba se acercó solícito a ayudarla y Pitoona le dijo que no hacía falta.
-¿Quien fue esa mujer que me pisó? -preguntó intrigada ante tan suave dicha.
-¡Ah! -suspiró el ángel- Ella es María, la madre de Dios (Theotokos).
Pitoona ya no quiso molestar a Dios y regresó a la Tierra.


Cuando las demás serpientes le preguntaron qué le había dicho Dios, ella les contestó con sincera verdad.
-Dios no me dijo nada... pero su madre me hizo ver que era una dicha ser serpiente.

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