Ojo enamorado

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En tu mirada

sábado, 5 de noviembre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 7

ESCLAVOS DE LA HECATOMBE

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

Después de que salimos del sistema Aaragón, Rom se quedó profundamente callado y, aunque no fijó rumbo, yo me dirigí a los Sistemas Planetarios limítrofes con el Imperio Latniuq. Sabía la importancia de cumplir la encomienda del Consejo Supremo de la Confederación Galáctica, de establecer defensas para evitar una futura invasión. No obstante, eran bastante los posibles objetivos de una invasión ¿a cuál de ellos escogerían los Latniuq si decidían empezar?

Rom estaba muy callado, entre dormido y meditando. No me atreví a interrumpirlo. El encuentro con el etrum Syod lo había perturbado profundamente. No me había dicho una palabra y yo respeté su silencio. Ante la indecisión detuve la nave en el espacio en un punto intermedio. No me atreví a reportar al Consejo nuestra posición, y que eso implicaría una constante intromisión en nuestra silenciosa espera.

Lazú, nuestro ordenador límbico, emitió su característico zumbido y Rom se incorporó abruptamente de su litera. Me miró afectuosamente y me dijo sin mayores preámbulos:

-Los etrum son esclavos bestias de los Latniuq, seres atormentados que solamente saben obedecer a sus amos y destruir todo aquello que tengan enfrente.

Lo miré sin acabar de comprender, pero él siguió hablándome. Luego entendería que no sólo me hablaba a mí, su amigo, si no que también lo hacía para que quedara registro en las Crónicas.

-¿Recuerdas nuestra visita al planeta Nobedet? Ese planeta ha sido saqueado por décadas por el Imperio Latniuq. Han secuestraron a las mujeres embazadas de varones para conformar su pavoroso ejército de etrums. Los crían como guerreros irracionales  para utilizarlos como sus peones de ataque en sus incursiones.

Me quedé mudo ante su explicación. Intercambiamos miradas y completo la duda que encontró en mí.

- Syod era un etrum. El explorador espacial Roznev Al Pastrany lo encontró agonizante en el planeta Nobedet. Los Latniuq lo abandonaron al darlo por muerto cuando fue herido por los habitantes que defendían a sus mujeres.

Y añadió como si se lo explicara para sí mismo:

-Debe haberle costado muchísimo trabajo curarle sus heridas emocionales. Imagina un ser que sólo haya recibido odio como alimento emocional desde pequeño…

Se me heló la sangre de pensar cómo los perversos Latniuqs los utilizaban para atacar y secuestrar a sus mismos parientes de sangre del planeta Nobedet. Y una candente duda me hirió el corazón:

-Pero Rom ¿qué hacen los Latniuqs con las mujeres después de que dan a luz? ¿Para qué las quieren?

El me miró con esos sus profundos ojos anaranjado oscuros y me dijo con tristeza:

- Las conectan a unas máquinas para mantenerlas inconscientes y puedan ser utilizadas para amamantar a los niños. Los Latniuqs se dieron cuenta que la tasa de mortandad de los críos eran muy altas si no procedían de esa forma.

La imagen de lo que me decía simplemente me repugnó. Rom concluyó:

-Y cuando ya no les sirven esas mujeres las desechan. Pero por lo que me dijo Syod, pueden quedarse incrustadas en esas máquinas por varios años.

El silencio se hizo entre nosotros en tanto mi amigo y tutor manipulaba el panel de controles para trazar un nuevo rumbo a la nave.

-Pero eso no es todo Milekañadió afligido- Syod me permitió ver que los Latniuqs poseen una esfera de energía de gran poder. Es como un dios para ellos y es, además, su mejor arma. Es algo contra lo que no tenemos forma de protegernos.

Un indicativo de alerta se encendió en el tablero. Lazú inmediatamente tradujo el mensaje que nos llegaba del Comando de Defensa.

-Están atacando el planeta Kardas. Es el Imperio Latniuq que se expande. Tal y como lo previeron los zurheranos- le informé a Rom.

Me di cuenta, ante mi asombro, que Hazler ya había trazado el rumbo.

-No hay mucho que podamos hacer –sentenció- Sólo nos queda llegar a evaluar los daños y prever su siguiente ataque...

La RM-749 enfiló rumbo al planeta Kardas, en tanto que yo pensaba en un extraño varaquiatero que había sobrevivido a la perversidad de esos extraños seres, los cuales, en este momento, estaban rompiendo la armonía de la Confederación Galáctica y la de millones de seres.

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