Ojo enamorado

Ojo enamorado
En tu mirada

sábado, 19 de noviembre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 8

EXPANSIÓN

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

El planeta Kardas estaba frente a la RM-749, pero no teníamos contacto con sus habitantes. Todo se encontraba silencioso. Otras naves de la Confederación orbitaban el planeta intentando contactar a los puestos de comando. Nada. Era un silencio desesperante. Nos era totalmente imposible ingresar al planeta. Se habían hecho varios intentos pero las naves rebotaban como si se estrellasen contra una muralla invisible.

Por los reportes que recibimos, supimos que tres naves de los Latniuqs habían ingresado al planeta y desde ese momento toda comunicación había cesado. Las naves de vigilancia espacial las habían intentado atacar para evitar su ingreso, pero se habían quedado misteriosamente sin energía. Dos naves habían quedado inutilizadas y su tripulación había muerto. Las demás se replegaron al ver que sus intentos de ataque eran inútiles. Nada funcionaba contra esos extraños seres.

El capitán de una de las naves de la frustrada ofensiva, reportó que tal parecía que las naves latniuqs succionaban la energía de quienes pretendían atacarlas. El abatimiento entre las naves de la Confederación iba en aumento, así como el número de quienes seguían llegando tratando de entender la inactividad de quienes ya estábamos en órbita.

Rom contemplaba todo en silencio. Varios capitanes nos contactaron para saber qué haría la Confederación para defender el planeta, pero Hazler les indicó que sólo quedaba esperar. Eso produjo estupefacción entre la flota. Que el Guerrero no actuara en una batalla, era algo tan insólito como el ataque del expansivo imperio.

Tres días estuvimos en órbita esperando el desenlace del impenetrable ataque, hasta que las tres naves Latniuqs salieron del planeta y se marcharon a los confines de su imperio. Por orden expresa de Rom Hazler, nadie las atacó. Ya habían demasiados muertos, no hacía falta incrementarlos. Al fin pudimos ingresar al planeta, pero hubiera sido mejor no haberlo hecho. La destrucción era catastrófica. Todo estaba en ruinas y, por más que se revisó todo el planeta, no se encontró a ningún habitante de Kardas. Ni un cadáver, ni un despojo, nada…

Hazler solicitó un informe detallado de la destrucción. Era necesario averiguar cuál fue el lugar inicial de la misma, pero había tanto caos que llevó un par de horas ubicarlo. Descendimos cerca y Rom analizó milimétricamente el lugar. Era uno de los 29 lugares donde se había posado una nave latniuq en el planeta, pero era el único donde la destrucción era total. Y era precisamente enfrente de Laryk, la principal ciudad del planeta. Aquello no tenía comparación en la memoria de las guerras en las que había combatido. La destrucción era completa, pero no fruto de un arma desintegradora, sino más bien de millones de pequeñas detonaciones que quebraron en pedacitos, uno a uno, todas las edificaciones. Aquello quitaba el aliento.

Rom seguía examinando el lugar. Buscaba algún indicio, aunque no parecía tener sentido tratar de encontrar algo en aquel caos de restos de todo tipo. Lazú estaba muy activo desentrañando las fuentes de energía, los restos, las huellas, contrastando con las imágenes de una ciudad incomparable, de una belleza que trascendía los sistemas. ¿Cómo había sido destruido todo esto en tan poco tiempo? ¿Qué eran los latniuqs y que armas poseían?

Vi llorar a varios soldados de la Confederación que tenían familiares en la ciudad. Esta destrucción artesanal sobrepasaba todo aquello que conocíamos. El enemigo era más poderoso que nosotros y si no lográbamos entenderlo nos destruiría indiscutiblemente. Un sudor frío me recorrió la espalda. Combatir entre iguales era una cosa, pero pelear contra lo desconocido resultaba más que desesperante.

El lugar de inicio fue analizado hasta decir basta. Cada resto, huella, aroma, residuo, fue verificado minuciosamente. Más que soldados de la Confederación, nuestras tropas parecían expertas en la reconstrucción de un artero crimen. Todos colaboraron peinando los restos de la otrora inmensa ciudad. Nadie quiso quedarse con los brazos cruzados, aunque a nadie le quedó claro en que nos podría ayudar saber cómo fue destruida Laryk.

La tarea nos llevó una semana de intenso trabajo. Se trajo el mejor equipo y se reconstruyó holográficamente la ciudad. Se evaluó la fuerza de los impactos que destruyeron las edificaciones y todo el entorno. Fue un período de locos. Al final, se le entregó a Rom el resultado y éste lo analizó con la plana mayor del Comando de Defensa. Estuve presente en la reunión y puedo decirte que, en pocas palabras, lo único que quedó claro es que todo fue destruido, pero no cómo.

Mil hipótesis surgieron pero ninguna explicaba la ausencia de una defensa concreta por parte de los habitantes. El planeta tenía sólidas defensas, numerosas tropas, las mejores armas, pero todo apuntaba que la destrucción había sido unilateral, progresiva y sin ninguna evidencia de utilización de armas defensivas por parte de los habitantes. Los exterminaron sin que opusieran resistencia. O al menos eso indicaba la evidencia.

Terminada la junta se contactó al Presidente del Consejo Supremo, Xile Drago, para informarle de los decepcionantes hallazgos. Rom habló con él en el Zednem de una nave de Comando. El Holograma Vernadeano de Drago lo mostró muy envejecido, como si el informe le estuviera consumiendo la vida. Y no era para menos, un planeta entero había sido devastado, millones de vidas se habían perdido y un peligro incontenible amenazaba a toda la Confederación.

La pregunta con que concluyó la reunión siguió resonando en mis oídos cuando nos alejamos del arrasado planeta Kardas en la RM-749: “¿Cómo vamos a detenerlos?”.

sábado, 5 de noviembre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 7

ESCLAVOS DE LA HECATOMBE

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

Después de que salimos del sistema Aaragón, Rom se quedó profundamente callado y, aunque no fijó rumbo, yo me dirigí a los Sistemas Planetarios limítrofes con el Imperio Latniuq. Sabía la importancia de cumplir la encomienda del Consejo Supremo de la Confederación Galáctica, de establecer defensas para evitar una futura invasión. No obstante, eran bastante los posibles objetivos de una invasión ¿a cuál de ellos escogerían los Latniuq si decidían empezar?

Rom estaba muy callado, entre dormido y meditando. No me atreví a interrumpirlo. El encuentro con el etrum Syod lo había perturbado profundamente. No me había dicho una palabra y yo respeté su silencio. Ante la indecisión detuve la nave en el espacio en un punto intermedio. No me atreví a reportar al Consejo nuestra posición, y que eso implicaría una constante intromisión en nuestra silenciosa espera.

Lazú, nuestro ordenador límbico, emitió su característico zumbido y Rom se incorporó abruptamente de su litera. Me miró afectuosamente y me dijo sin mayores preámbulos:

-Los etrum son esclavos bestias de los Latniuq, seres atormentados que solamente saben obedecer a sus amos y destruir todo aquello que tengan enfrente.

Lo miré sin acabar de comprender, pero él siguió hablándome. Luego entendería que no sólo me hablaba a mí, su amigo, si no que también lo hacía para que quedara registro en las Crónicas.

-¿Recuerdas nuestra visita al planeta Nobedet? Ese planeta ha sido saqueado por décadas por el Imperio Latniuq. Han secuestraron a las mujeres embazadas de varones para conformar su pavoroso ejército de etrums. Los crían como guerreros irracionales  para utilizarlos como sus peones de ataque en sus incursiones.

Me quedé mudo ante su explicación. Intercambiamos miradas y completo la duda que encontró en mí.

- Syod era un etrum. El explorador espacial Roznev Al Pastrany lo encontró agonizante en el planeta Nobedet. Los Latniuq lo abandonaron al darlo por muerto cuando fue herido por los habitantes que defendían a sus mujeres.

Y añadió como si se lo explicara para sí mismo:

-Debe haberle costado muchísimo trabajo curarle sus heridas emocionales. Imagina un ser que sólo haya recibido odio como alimento emocional desde pequeño…

Se me heló la sangre de pensar cómo los perversos Latniuqs los utilizaban para atacar y secuestrar a sus mismos parientes de sangre del planeta Nobedet. Y una candente duda me hirió el corazón:

-Pero Rom ¿qué hacen los Latniuqs con las mujeres después de que dan a luz? ¿Para qué las quieren?

El me miró con esos sus profundos ojos anaranjado oscuros y me dijo con tristeza:

- Las conectan a unas máquinas para mantenerlas inconscientes y puedan ser utilizadas para amamantar a los niños. Los Latniuqs se dieron cuenta que la tasa de mortandad de los críos eran muy altas si no procedían de esa forma.

La imagen de lo que me decía simplemente me repugnó. Rom concluyó:

-Y cuando ya no les sirven esas mujeres las desechan. Pero por lo que me dijo Syod, pueden quedarse incrustadas en esas máquinas por varios años.

El silencio se hizo entre nosotros en tanto mi amigo y tutor manipulaba el panel de controles para trazar un nuevo rumbo a la nave.

-Pero eso no es todo Milekañadió afligido- Syod me permitió ver que los Latniuqs poseen una esfera de energía de gran poder. Es como un dios para ellos y es, además, su mejor arma. Es algo contra lo que no tenemos forma de protegernos.

Un indicativo de alerta se encendió en el tablero. Lazú inmediatamente tradujo el mensaje que nos llegaba del Comando de Defensa.

-Están atacando el planeta Kardas. Es el Imperio Latniuq que se expande. Tal y como lo previeron los zurheranos- le informé a Rom.

Me di cuenta, ante mi asombro, que Hazler ya había trazado el rumbo.

-No hay mucho que podamos hacer –sentenció- Sólo nos queda llegar a evaluar los daños y prever su siguiente ataque...

La RM-749 enfiló rumbo al planeta Kardas, en tanto que yo pensaba en un extraño varaquiatero que había sobrevivido a la perversidad de esos extraños seres, los cuales, en este momento, estaban rompiendo la armonía de la Confederación Galáctica y la de millones de seres.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 6

ENCONTRANDO A SYOD

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente


Debo confesar que no estaba preparado para lo que vi esa noche en el planeta Aaragón. Tan pronto el varaquiatero del monte Sohta nos presentó a esa extraña y repulsiva creatura llamada Syod, se produjo un tremendo revuelo que nos dejó aturdidos a todos. Bueno, a todos menos a Rom. El repugnante etrum emitió unos chillidos que me helaron la sangre y corrió más rápido que un ateek en la estepa del planeta Akairfa. Mi entrenamiento de soldado sólo sirvió para hacerme a un lado y echarme al suelo para evitar ser arrollado por tan desenfrenado ser. El varaquiatero estaba aún más asombrado que yo, ante la reacción de su trabajador, y miraba con ojos aterrados como el rebaño de plácidos animales se movía nervioso y corrían de un lugar a otro de su enorme establo.

Rom corrió en pos del descontrolado Syod, perdiéndose entre las sombras de la noche y los alaridos de todo tipo de bestias, ya que hasta el wakachi se había alebrestado salvajemente. Con cierta vergüenza debo revelar que perdí unos segundos en recuperar la compostura y echarme a correr detrás de mi amigo. Blandí mi arma dispuesto a desintegrar al asqueroso bicho, que sentí representaba un enorme peligro para cualquiera que se le acercara. Corrí un buen trecho guiándome únicamente por los sonidos de la persecución. La agilidad de Rom era en verdad envidiable y, pese mi juventud, no me fue posible alcanzarlos si no hasta que se detuvieron.

Llegué en el momento en que Rom acorralaba a Syod. Ambos comenzaron a emitir unos terribles sonidos y a mostrar sus fuerzas, en una extraña danza de intimidación. Me quedé a lo lejos mirando, pero con la mano dispuesta a utilizar mi arma. Entonces, la extraña creatura se fue tranquilizando poco a poco hasta permitir que Rom le pusiera la mano en el hombro. En ese momento depuso completamente su actitud agresiva y sufrió una enorme transformación. Más parecía un tierno omrim, que el salvaje animal que habíamos visto gruñir y correr entre las sombras de la noche.

Rom se sentó con él entre la vegetación y me hizo señas para que me acercara despacio, sin mostrar hostilidad. Guardé el arma y me aproximé muy lentamente a la espalda de mi amigo. Hazler me quitó la bolsa, que siempre llevo conmigo, y obtuvo una pequeña luz de calor, para iluminar suavemente el lugar. Luego sacó nuestras provisiones y se las ofreció al cambiado Syod, quien las husmeó con curiosidad de niño hasta que encontró algo que le pareció apetitoso. Rom le ayudó a servírselo y el desagradable sujeto sonrió por primera vez. Bueno, entendí que era una sonrisa, porque más parecía un tosca mueca de amargura. Su rostro no daba para mejores expresiones. Parecía estar hecho para expresar únicamente emociones negativas como odio, furia, agresión y una profunda amargura. La dulzura, la bondad y la alegría, no parecían tener cabida entre sus toscas facciones. No obstante, debo reconocer que hacía un grotesco esfuerzo por expresarlas.

Rom siguió tranquilizándolo y emitió unos sonidos consoladores, no sé si aleccionado por Lazú, ya que yo nunca se los había escuchado. El etrum le miró con mansa obediencia y se recostó entre la hierba en tanto emitía unos pequeños balbuceos.  Rom le puso la mano en el hombro y le dio unos ligeros golpecitos que terminaron por apaciguarle completamente. La estampa era tan contraria a lo que había visto al conocerlo, que me sentí confundido. Pero para mi amigo aquello parecía de lo más normal. Comenzaron a conversar en un lenguaje de pequeños gruñidos que Lazú no me supo traducir, así que me quedé a la expectativa por si algo se ofrecía.

No sé cuándo me dormí, algo fuera de toda lógica en mí que estoy entrenado para permanecer alerta. Luego comprendí que había sido víctima del apaciguamiento de Hazler, quien no sólo había tranquilizado a Syod si no al entorno también. No me preguntes cómo lo hace, porque es algo que no termino de comprender. Conozco a Rom de toda mi vida y hay tantas cosas que desconozco de él, que aún yo mismo me asombro. El amanecer me despertó. Rom cuidaba mi sueño y el del etrum. Estaba muy serio, perdido en sus cavilaciones. Detectó mi conciencia y me sonrío, con aquel gesto tan suyo que denotaba su gran afecto hacia mí. Me sentí avergonzado por no haber podido estar a su lado cuidándolo en esa noche peligrosa, pero su risa despejó mis vergüenzas.

Syod despertó y Rom lo ayudó a incorporarse. La creatura, que ya no se me hacía tan repulsiva, lo miró como un niño mira a su padre. Él lo abrazó en un gesto de afectuosidad protectora que me desconcertó. Luego los tres nos encaminamos a la granja de varaquiats. Ahí nos esperaba el hombre con su wakachi. Estaba verdaderamente preocupados por nosotros. Me causó gracia ver su cara de asombro cuando nos vio llegar con su "afectuoso" trabajador. El etrum lo saludó como si nada hubiera pasado y, con pasmosa agilidad, entró al enorme corral. Las varaquiats no se inmutaron con su presencia. Acarició a los animales y les limpió los hocicos. Era en verdad asombroso ver como se movía entre ellos. Se veía como un miembro más del rebaño, no como un ser ajeno.

El varaquiatero nos preguntó por lo que había acontecido en la noche, explicándonos que jamás lo había visto comportarse así en los varios años en que lo había servido. Era un excelente trabajador, nunca le daba problemas, y la única paga que requería era un lugar donde dormir y la comida para su sustento. El ese momento Syod se acercó para ofrecerle a Rom su exquisita comida: orejas de Varaquiats. Estos animales poseen seis orejas, tres por cada lado, y tienen la particularidad de poder reemplazarlas si por algún motivo, el hambre del etrum, las pierden. Eso sin contar que producen un líquido nutritivo muy rico para alimentar a sus pequeñas crías, además de que su carne tiene un sabor muy dulce y nutritivo.

Rom aceptó de buena gana el obsequio y se comió la oreja ante los ojos agradecidos de Syod, quien también devoró la suya. Agradecí que no me invitara a mí. El varaquiatero se limitó a verlos bastante sorprendido. Nos invitó amablemente a su casa donde nos aseguró que su esposa había cocinado una deliciosa comida, pero Rom declinó amablemente su oferta. Abrazó a Syod, quien con lágrimas en los ojos regresó al corral a cuidar a sus amadas varaquiats, y despidiéndonos del sorprendido hombre, abordamos la RM-749 y nos alejamos del Sistema Aaragón. Reporté nuestra salida al Centro de Comando del Gobierno pero no solicité autorización para irnos, lo cual, estoy seguro, los habrá enojado sobremanera, ya que nunca pudieron detectar que bajamos en el monte Sohta; y nuestro varaquiatero se cuidó mucho de nunca informar de nuestra presencia, para no perder a tan invaluable trabajador que no pedía a cambio de producirle una enorme riqueza,  más que una destartalada casa, orejas de varaquiats y paz, mucha paz.

sábado, 29 de octubre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 5

BUSCANDO A SYOD

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente


Hay órdenes que no me gusta obedecer, pero no me puedo negar a hacerlo. Y menos cuando es el mismo Rom Hazler quien me lo ha pedido. Él, tan mudo sobre sí mismo, tan poco dado a hablar de su persona, ha decidido romper su protocolo de silencio y me ha pedido a mí, su amigo más cercano y fiel, el hijo que el destino le quitó, para que relaté estos acontecimientos en un afán de dejar informes a la posteridad. Esto  simplemente me horroriza. Desde que tengo uso de razón lo conozco, lo he acompañado a un sinfín de lugares, hemos compartido oxígeno, agua y alimentos, así como innumerables batallas, guerras y mil y un sufrimientos, pero nunca me había solicitado que escribiera lo que nos acontecía.


Siempre sentí su desagrado en dejar constancia de su vida, por lo que ahora me siento más que confuso al tener que narrar lo que hacemos a unos lectores que no tengo ni la menor idea de quienes serán. Porque esto no es un documento para la Confederación Galáctica, ni para persona alguna en especial, son simplemente unas crónicas de lo que estamos haciendo para poder conseguir la contención y tal vez posterior derrota del enigmático y poderoso Imperio Latniuq.

Tratando de aclarar las ideas, para darle a esta crónica una continuidad en el tiempo, debo explicar que el Presidente del Consejo Supremo de la Confederación Galáctica, el anciano Xile Drago, le dio el mandato a Rom de establecer defensas en los Sistemas Planetarios limítrofes con el Imperio Latniuq, así como  elaborar una estrategia para derrotarlos si esto fuera necesario.

Esto hizo que Rom y yo recorriéramos varios sistemas planetarios en muy pocos días tratando de recabar información. Pero fue inútil. Casi nada se sabe de los Latniuq, a más de que son unos seres crueles y destructivos. No obstante, atraídos por las leyendas, visitamos el planeta Nobedet, donde nos hablaron de extrañas incursiones de seres inmisericordes que secuestraban a las mujeres embazadas de varones. Estos sucesos se han producido por cientos de años y los habitantes viven aterrorizados por sus mujeres, creando una sociedad muy peculiar donde la mujer es lo más preciado y alrededor de la cual gira toda su dinámica social, económica y política.

Visitamos algunos otros lugares pero la premura del cierre de la Base “Explorador Roznev” en el planeta Zur, nos hizo abandonar el recorrido e ir a dicho planeta intentando averiguar algo de los zurheranos, extraños y pacíficos habitantes que fueron quienes nos hicieron saber del movimiento expansionista de los Latniuq

Nunca habíamos visitado ese planeta y la razón es más que amarga: Nunca ha estado en guerra. El embajador de la Confederación Galáctica ante los excepcionales habitantes, quien parecía más un habitante de aquel lugar que un ser como nosotros, se limitó a darle a Rom un consejo algo estúpido, a regalarle una extraordinaria empuñadura de espada y a indicarle un interesante nuevo sendero de búsqueda: el planeta Aaragón.

Nuestra nave, la RM-749, en este momento está recorriendo la distancia que nos separa del sistema Aaragón, donde se encuentra el planeta del mismo nombre. No es un viaje corto, ya que está enclavado en una región alejada de  la Confederación Galáctica, a la cual no pertenece. Posee un gobierno neutral que ha permitido una sociedad desarrollada lejos de guerras y problemas, pacífica, muy amante de la cultura, la agricultura, ganadería y el comercio selectivo. Esto lo ha logrado no sólo gracias a una tecnología muy desarrollada y a un pequeño pero poderoso ejército, sino al hecho que está rodeado de un muro natural de asteroides que hace complicado, para aquellos que no conocen los senderes espaciales, el ingreso al sistema.

El planeta Aaragón, contra lo que pudiera pensarse, no es el principal del sistema, sino que está dedicada exclusivamente a cultivar alimentos para los diferentes mundos y cuenta con una ganadería muy bien desarrollada y controlada. Nuestro destino es el cuadrante sur, el monte Sohta, donde debemos localizar al etrum Syod,

Cuando escuché que los zurheranos le habían dado a Rom esta indicación, me sentí confuso. ¿Quién demonios sería el etrum Syod que le podría dar a Rom la información que necesitaba para derrotar a los Latniuq? ¿Qué tanto podría saber un habitante de un mundo agrícola y ganadero, un campesino o pastor, que pudiera ser de vital importancia? No obstante, Rom no dudó un instante y me ordenó dirigirnos ahí sin mayores demoras.


Rom ha estado muy callado durante el viaje. Bueno, él siempre suele estar callado, pero existe una gran comunicación entre ambos. No requerimos palabras para que nos entendamos. Desde que tengo uso de razón he aprendido a escudriñar sus ojos, sus gestos y sus muy expresivas manos. Pero ahora todo en él ha sido silencio. Cuando pone en blanco sus emociones y pensamientos, es totalmente inescrutable, aún para mí. Y no me preocuparía tanto a no ser por la orden tan sorprendente que me dio de escribir estas crónicas. Es curioso, aunque me repele, esto es algo que siempre quise hacer cuando era un niño. Era mi anhelo más grande cuando recibía las visitas de Rom los fines de curso. Recuerdo que lo abrazaba con todas mis fuerzas y le suplicara me contara sus “últimas aventuras”. Él siempre me sonreía y me decía invariablemente: “La guerra no es una aventura”. Y se dedicaba a interrogarme sobre todas mis actividades y a enseñarme mil y una cosas que había aprendido en sus numerosos viajes por todas las galaxias.


Cuando llegamos al Sistema Aaragón, y contra lo acostumbrado, Rom decidió que solicitáramos instrucciones al Centro de Comando del Gobierno para poder ingresar. Me sentí algo incómodo, ya que la RM-749 puede fácilmente vadear el cinturón de asteroides; pero si no seguíamos el protocolo crearíamos un incidente con un sistema no perteneciente a la Confederación. Y bueno, siendo Rom Hazler sinónimo de guerras, no creo que le cayera muy en gracia al gobierno Aaragón.

Nos concedieron la autorización con cierta desconfianza, en especial porque el modelo de nuestra nave no estaba catalogado en sus registros y porque sospecharon, con justa razón, que la RM-749 es una muy peligrosa nave de guerra. Acertaron en sus sospechas, pero nos franquearon el paso tal vez interesados en saber el por qué de nuestro interés en visitar el planeta Aaragón. La declaración de “simple viaje de descanso”, sonó demasiado falso, tanto para ellos como para nosotros mismos, pero las credenciales que el Consejo Supremo nos dio terminaron de borrar cualquier negativa. Así que estrechamente vigilados, ingresamos al planeta Aaragón cuando la noche caía sobre él.

Cuando los sistemas de vigilancia detectaron que se posaron mil cuatrocientos cincuenta y tres naves en el planeta, habrán enloquecido, pero no me pareció correcto revelar nuestro destino final. En el cuadrante sur detectamos inmediatamente el monte Sohta, y sobrevolamos los alrededores para tratar de ubicar a nuestro informante. No fue difícil, sólo había una granja cerca del monte, por lo que descendimos cerca de ella sin hacer el menor ruido. Lo último que queríamos era asustar a sus cientos de varaquiats, que dormían plácidamente dentro de sus muy bien cuidados corrales.

La noche acababa de caer y un ambiente muy grato nos recibió al bajar de la nave. Un aroma delicioso flotaba en el ambiente. Nos encaminamos lentamente hacia la puerta de la casa principal. Un bravo wakachi dormía junto a ella. Rom lo despertó con dulzura y lo acarició suavemente. El fiero animal le movió la cola. Nunca ha dejado de asombrarme esa habilidad que tiene Rom para con los animales. Vencido el obstáculo tocamos la puerta.

Una asombrada señora nos abrió. Sus ojos se abrieron como platos cuando nos vislumbró en el portal con el wakachi moviendo la cola como si fuéramos sus más grandes amigos. Rom la saludó con esa sonrisa encantadora que arrebata suspiros en las mujeres y le preguntó por Syod. El ceño de la mujer se frunció y llamó a gritos a su esposo, el cual descansaba plácidamente sentado en una rústica mecedora. Fue cómico escuchar cómo le reclamaba en su idioma la gentileza que había tenido para con ese extraño. Lazú, el ordenador límbico que comparto con Rom, nos tradujo hasta los insultos que le prodigó a su marido por haber contratado a esa “bestia que siempre supe que nos traería problemas”. Rom no permitió que las cosas llegaran a más y desplegó toda su diplomacia para con el hombre, quien no pudo evitar mirarlo con cierto temor. Y es que su estatura, su complexión y su porte, dejaban sin aliento a cualquiera.

Les explicó que no existía ningún problema y sacó la pequeña bolsa que le preparé con el preciado instrumento de cambio que se utiliza en ese sistema para las transacciones comerciales. Los ojos de la mujer brillaron de gusto y el hombre nos invitó a sentarnos junto con él sin mayores ceremonias. Parecía más acostumbrado que la mujer a vivir situaciones fuera de lo común. Ante de poder presentarnos, aquel hombre nos preguntó con una sonrisa si éramos amigos de Roznev Al Pastrany. Con naturalidad le dije que sí, ya que me era conocida la amistad que había unido a Rom con Roznev de mucho tiempo atrás.

El hombre se sintió más que satisfecho y ordenó a su esposa que nos sirviera algo de comer y beber. La mujer obedeció sin chistar al constatar que la bolsa había sido asentada sobre la mesa. Disfrutamos un rato de la conversación del simpático hombre en tanto probábamos la deliciosa comida. El ambiente se había puesto muy cordial, pero el tiempo se nos venía encima y Rom tuvo que volver a preguntar por Syod, el verdadero motivo de nuestro viaje. El hombre sonrío y nos guió a una pequeña cabaña algo alejada de la casa principal y muy cerca de los corrales de las varaquiats.

El lugar se veía limpio pero muy rústico. Había un olor muy fuerte en el ambiente, mezcla del excremento de las varaquiats y de algo más. El hombre golpeó la endeble puerta y gritó: “Syod te busca un amigo de Roznev”. La puerta se entreabrió con lentitud y una repulsiva creatura nos miró desde el fondo de su más profunda desconfianza.

sábado, 15 de octubre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 4

RETIRADA

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

Un leve sonido le indicó que ya habían llegado. Había pasado tanto tiempo de su vida viajando, que su organismo se había acostumbrado a escuchar los imperceptibles sonidos de las diferentes funciones. Y ese, en especial, se escuchaba cuando Milek ponía la nave en posición de aproximación. Miró los instrumentos, el visor espacial, y pudo ver la hermosa inmensidad del planeta Zur. Milek, que lo conocía tan bien como él a la nave, murmuró que en unos instantes se estarían posando en la base “Explorador Roznev”.

Habían sido días de intensa actividad, yendo de un lugar a otro, utilizando los Centros Espaciales del camino para repostar e ir comunicándose, a través del Zednem, con los diferentes encargados de los Sistemas Planetarios limítrofes al Imperio Latniuq, intentando  recopilar información acerca de aquel enigmático imperio… Y todo para darse cuenta de que mientras más investigaban menos sabían. Era en verdad absurdo preparar las defensas y una posible estrategia de ataque cuando el conocimiento sobre el enemigo era casi nulo.

En tanto daba las instrucciones a la nave para realizar el descenso, Milek meneaba la cabeza dándose cuenta de la frustración de su amigo. Algo que debió ser muy sencillo, se había complicado al punto de que habían tenido que visitar varios planetas para hablar directamente con los comerciantes y la gente del lugar, y con base a sus experiencias, anécdotas, leyendas y hasta cuentos, ir armando el rompecabezas de la información que tanto necesitaban.

Se produjo un ligero choque y la nave se bamboleó como si estuviera en medio de una tormenta en los mares de Nebur. Rom examinó sus instrumentos para ver contra que estaban chocando. No había nada, ni los instrumentos registraban obstáculo alguno. Milek le dijo contrariado:

-Es como si la atmósfera del planeta fuera impenetrable. No puedo ingresar como me pediste.

Rom movió la cabeza y rectificó sus instrucciones:

-Sigue la ruta aprobada a la Base. Los zurhereanos están cerrando sus defensas al máximo.

Milek sonrío.

-Bueno, era de esperarse. Hoy es el último día de funcionamiento de la base.


La base se encontraba en estado caótico, como si se evacuara por el próximo ataque de una fuerza enemiga. Cientos de naves repostaban y se marchaban con extrema rapidez. Milek maniobró y estacionó la nave lo más alejado de aquel alboroto. La cerca que delimitaba la base lucía extraña, amenazadora. La única puerta que permitía el paso entre Zur y la Base, estaba resguardada por cientos de extraños robots. Rom descendió de la nave y se dirigió hacia el Centro de Comando, donde encontró un caos peor que el que visualizaba entre las naves. Los operadores empacaban a toda prisa e iban desconectando la sofisticada maquinaria de coordinación de la navegación espacial. Habían dado la orden de que todos se marcharan, pero por un  motivo u otro se había desatado una psicosis de pánico. Tal parecía que los Latniuq estuvieran a punto de aterrizar y tomar la base.

El vozarrón de Hazler se escuchó y todo el mundo quedó petrificado. Rápidamente identificó las cadenas de mando y dio instrucciones precisas para proceder. Los operadores, ante las órdenes claras y precisas, actuaron en consecuencia. En menos de diez minutos reinó nuevamente el orden en la base. Contra lo que podría pensarse, el proceso de desalojo se hizo más rápido, pero en completo orden y sin mediar pánico alguno. Les quedaban 77 minutos para desalojar la base y Hazler no estaba dispuesto a perder ninguno de esos minutos en controlar acciones de pánico. Dejó a Milek a cargo y salió para encaminarse a la puerta.

Los robots zurhereanos cerraron filas al verlo llegar. Rom les ordenó que se hicieran a un lado pero ellos no obedecieron. Fue entonces que sacó su pistola desintegradora y la accionó. No sucedió absolutamente nada. Tal parecía que era un arma de juguete. Hazler sonrío. Era la primera vez que estaba en el planeta Zur, por increíble que pudiese parecer la idea, y conocía perfectamente lo que se decía de él. Ningún arma funcionaba al entrar en el Sistema Zurhereano. No se inmutó sino que avanzó hacia la puerta. Los robots se hicieron para atrás. Era obvio que no deseaban ninguna confrontación.

Rom se detuvo y miró hacia la puerta. Necesitaba estar al tanto de lo que los wotoches sabían de los Latniuq. No podría defender la Confederación Galáctica, ni muchos menos derrotarlos, sino lo ayudaban. Como si alguien lo hubiera escuchado, se abrió la puerta y entró a la base un joven resplandeciente. No había duda de su identidad, eran el segundo embajador de la Confederación Galáctica ante los wotoxes, Odraude Von Anokna.

Los robots le abrieron paso y se retiraron detrás de la puerta, custodiándola. Rom se acercó al embajador con una mueca de amargura. No acababa de comprender que papel desempeñaba, si eran en verdad un representante de la Confederación o un simple sirviente de los wotoxes.

-El Consejo de los Wotoches te mando un muy cordial saludo Kel Hazler.

La amarga incertidumbre dio paso a un legítimo asombro ¿cómo era posible que de todos los sobrenombres que poseía por el vasto universo, los wotoches conocieran el de Kel, el reservado exclusivamente a sus más íntimos amigos y allegados?

-El Consejo me ha pedido que me entreviste contigo antes de cerrar la Base para darte tres indicaciones –Odraude hizo una breve pausa y continuó como si alguien le estuviera diciendo algo al oído y él sólo lo estuviera repitiendo.

-Comprendemos perfectamente el motivo que te trajo al planeta Zur, pero debes entender que somos amantes de la paz y la armonía entre todo lo viviente. Es por eso que no podemos explayarnos en darte la información que necesitas.

Amargura, asombro y perplejidad, eran demasiados sentimientos experimentados en tan poco tiempo. Rom dejó su mente en blanco para no traslucir nada.

-No obstante, tampoco estamos a favor de la muerte ni de la destrucción de millones de seres. Es por eso que el Consejo Wotox ha decidido dirigir tus pasos al lugar donde puedas encontrar lo que estás buscando.

-¿Y qué lugar es?- Preguntó Rom viendo que los minutos del plazo iban despareciendo, en tanto las naves despegaban.

-Debes ir al Sistema Aaragón, al planeta del mismo nombre. Busca en el cuadrante sur el monte Sohta  y ahí encontrarás al etrum Syod. Él te dará la información que necesitas para llevar a cabo tu cometido.

Rom tomó nota de las implicaciones de esta nueva búsqueda.

-La segunda indicación es un consejo: apóyate en la fuerza de los más débiles.

-¿Es todo? –inquirió Rom algo decepcionado.

Odraude se quedó quieto como esperando algo. La alarma de evacuación comenzó a sonar y una dulce voz arengó al personal a subir al último navío espacial para partir. Milek encendió los motores de la nave preparándose para alzar el vuelo.

Un robot se abrió paso entre los demás y le trajo una caja al embajador. Él la tomó suavemente entre sus manos y se la ofreció a Rom, quien la sujetó con igual delicadeza.

-Esta es la tercera indicación del Consejo Wotox, para que uses cuando así lo requieras.

Rom abrió la caja y encontró una bellísima empuñadura de espada. Nunca había visto nada igual. La sujetó dándose cuenta que se amoldaba perfectamente a su mano y la blandió sin demostrar sentimiento alguno. No contenía hoja de espada alguna.

-Gracias –dijo con fuerte voz. La sujetó junto a su pistola y devolvió gentilmente la caja. Inclinó la cabeza y corrió a su nave en tanto la suave voz mascullaba los últimos minutos de la evacuación. Milek cerró la compuerta y la nave se alejó como un suspiro hasta perderse en las alturas.

Los robots limpiaron perfectamente todo vestigio de la presencia humana y Odraude clausuró la base en tanto el Sistema Zurhereano quedaba vetado a cualquier nave intergaláctica.




sábado, 8 de octubre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 3

EL MANDATO

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

La llegada al Centro Espacial fue inusual. Varias naves de guerra de la Confederación lo esperaban. Nada más fuera de lo común en ese lejano rincón del espacio. Contó hasta siete y luego dejó que Lazú, su ordenador límbico, terminara la tarea. Había exactamente 23 vehículos espaciales, siete naves de guerra de primer nivel, doce de nivel intermedio, las tres que de cajón siempre estaban en los Centros Espaciales para cuestiones de vigilancia y aprovisionamiento, y una indeterminada que era de las utilizadas por los Centro Diplomáticos y Conciliadores con que contaba la Confederación.

El fiel Milek confirmó el acoplamiento y Rom salió de la nave desplazando su imponente corporeidad por el pasillo conectivo. Un selecto grupo de oficiales, diplomáticos y estadistas, le brindaron una respetuosa recepción. Hazler detestaba la parafernalia del protocolo así que no se detuvo más que unos segundos para saludar levemente con la cabeza, prosiguiendo su camino hacia el Zednem, el centro de reuniones y juntas intergalácticas donde se podían reunir más de 300 seres ubicados a enormes distancias unos de otros, en Hologramas Vernadeanos, que les permitía una comunicación tan real como si estuvieran presentes en el lugar.

Lazú le informó que solamente en el lugar había 143 personalidades importantes, la crema y nata de los representantes de ese sector de las Galaxias. Esto significaba que el asunto a tratar comprometía a cientos de Nebulosas. Con suma rapidez, cada quien fue ocupando una posición alrededor del Zednem, que podría tomarse como una lugar de reunión común y corriente a no ser por la esfera helicoidal que presidía el lugar. Rom se adhirió el círculo comunicador en el pecho y permitió que el operador del Zednem subiera sus datos al sistema. Era cosa de unos microsegundos pero en su caso el sistema tardaba un poco más, lo cual creaba confusión entre los operadores. Milek se encargó rápidamente de dar las instrucciones para que su presencia pudiera ser detectada por el  Zednem.

La luz subió de intensidad y de pronto la sala se vio repleta de “ausencias presenciales”, como se llamaba simpáticamente en el lenguaje técnico la visualización de los Hologramas Vernadeanos. Lazú no tuvo que decirle nada, ya que Rom sabía perfectamente quienes estaban presentes: El Consejo Supremo de la Confederación Galáctica. Una alarma silenciosa se encendió en el cerebro del guerrero galáctico. La situación era más seria de lo que había supuesto. La duda invadió su mente tratando de anticiparse a lo que se diría en la reunión: ¿qué podría ser tan grave para que el Consejo Supremo lo llamara? Porque era más que obvio que él era el centro de la reunión, algo que lo incomodaba tremendamente. Bien sabía que cuando se llama a un guerrero es porque existía una guerra en ciernes.

Se hizo un embarazoso silencio en tanto el Secretario del Consejo, Urly Verlok, hacía las presentaciones de rigor. Otra vez el engorroso ceremonial que tanto detestaba, en especial cuando lo presentaban a él y no sabían cómo llamarlo: ¿Comandante? ¿General? ¿Soldado de la Confederación? ¿Caudillo? ¿Guerrero Intergaláctico? ¿Utilizar alguno de sus sobrenombres como Río Hazler? ¿Gran líder? ¿Faro Luminoso de la Batalla [cómo le decían en el Sistema Aerok]? ¿Arma justiciera [como le decían en el Sistema Otag]?... Eran tantos sus apodos, y tan diseminados por el universo conocido, que era todo un dilema para el protocolo nombrarlo. Al fin, el Secretario Verlok llegó a él y optó por presentarlo con el simple “Rom Hazler”, sin entrar en mayores detalles.

El mapa del Sistema Zurher se desplegó en el cielo del salón y el Presidente del Consejo Supremo, Xile Drago, habló. Era bastante mayor, pero de voz firme, ideas claras y directo al hablar. Sin mayores preámbulos señaló el planeta Zur e informó a todos los presentes:

- Odraude Von Anokna, embajador del Consejo Galáctico ante los Zurheanos, nos ha comunicado que el Consejo Wotox cerrará la Base “Explorador Roznev”, en el planeta Zur, dentro de 13 días.

La noticia cayó como bomba entre los presentes. Los murmullos se desataron. Se escucharon airadas recriminaciones, algunas por la supuesta ineptitud de Von Anokna, a quien se le achacaba la nefasta resolución, otras pidiendo a gritos que se convocara nuevamente como Embajador a Roznev Al Pastrany, “a quien nunca se le debió dejar ir”,  y no faltó quienes exigieron el envío de una fuerza diplomática y militar para disuadir a los Wotoxes de no llevar a cabo su temible “amenaza”.

El Presidente Drago los dejó murmurar por unos minutos. Era un hombre paciente y de enorme prudencia. Luego levantó el báculo de mando, símbolo de los poderes unidos de la Confederación, y el silencio reinó en el Zednen.

- No se trata de una cuestión de embajadores. Esto tiene un trasfondo más profundo.

El mapa en el cielo del salón se desplazó del Sistema Zurher al occidente. Los contornos del imperio Latniuq se vislumbraron.

- La razón  por la cual el Consejo Wotox ha decidido cerrar la Base es porque el Imperio Latniuq, al estar abierto el espacio que la rodea, puede utilizarla para sus propios fines.

La incredulidad se apoderó del rostro de los presentes. Nadie quería abrir la boca, el temor los envolvió en tanto Rom echó la cabeza hacia atrás y suspiró profundamente. Antes que el Presidente Drago continuara, él comprendió la envergadura de la confrontación que se avecinaba. Después de muchos años, el Imperio Latniuq se movía… y en dirección hacia los Sistemas de la Confederación.

La mente de Hazler trabajaba con suma rapidez dilucidando la tremenda movilización que todo eso implicaba y sus nefastas consecuencias para la población de cientos de mundos habitados. Drago  explicaba lo poco que se sabía de esa extraña civilización que habitaba varias decenas de sistemas planetarios. La Confederación Galáctica no había podido establecer ningún vínculo con ellos y la única vez que solicitaron un embajador, al serles enviado en una nave diplomática con 49 tripulantes, los Latniuq informaron que habían sufrido un accidente al aterrizar, por no hacer caso de sus indicaciones. Aunque reportaron  no haber encontrado sobrevivientes, no devolvieron ningún cuerpo. Se negaron a dar mayores explicaciones y no permitieron que ninguna otra nave se acercara a sus dominios.

- Rom Hazler –escuchó pronunciar su nombre con cautelosa determinación- La Confederación le asigna el mandato para establecer la defensa de los Sistemas Planetarios limítrofes con el Imperio Latniuq, así como para elaborar un plan estratégico para derrotarlos si sus fuerzas atacan a cualquier miembro de la Confederación Galáctica.

El guerrero asintió en tanto contemplaba el mapa que mostraba que entre el Imperio Latniuq y la Confederación, sólo mediaba el Sistema Zurher, el mismo que les acababa de informar que se haría a un lado y se encerraría en sí mismo, para no verse involucrado en las aspiraciones expansionistas de un imperio funesto.




sábado, 1 de octubre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 2

LA LLAMADA
Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

Miró las estrellas. Nada le gustaba más que hacerlo. La noche era obscura y el cielo está pletórico de millones de luces que parpadeaban desde el fondo de la bóveda celeste. Eran en verdad tantas que no había ser vivo que las pudiera contar. Habían tenido que recurrir a las máquinas para saber cuántas eran, dónde estaban, cómo se llamaban y la mejor forma de llegar a ellas.

No dejaba de maravillarse. Ahí, entre esas millones de luces, vivían y morían cientos de miles de millones de seres. Y es que, pese a ser quien más había viajado por todo el Universo conocido y desconocido, nunca dejaba de asombrarse de la inmensidad de todo lo existente.

Era raro para él estar sólo, pero el hecho de estar en tantos lugares le daba también el derecho a cierta invisibilidad social. Su forma de vida, en constante movimiento, yendo de un lugar a otro sin pasar más de dos días en parte alguna, hacía de su vida un eterno fluir, como el agua de un rio que cae hacia el mar. De hecho, ese era uno de sus múltiples sobrenombres: Río Hazler. La risa lo invadió al recordar los muchos nombres por los cuales era conocido. Cada Sistema Planetario le daba un nuevo nombre, como si se tratara de un concurso para ver quién era capaz de describirlo mejor.

Un suave zumbido lo sacó de su contemplación divagada. Su comunicador sonaba y le volvía a la realidad. Lo activó y la suave voz de su ordenador límbico le informó que la Confederación Galáctica requería establecer contacto con él. Frunciendo el seño se comunicó con Milek y le indicó que hiciera los preparativos para salir en cinco horas rumbo al centro espacial más cercano de la Federación.

-Sólo me llaman cuando tienen problemas –masculló para sí mismo en tanto entraba en su minúscula habitación con un profundo dejo de amarga tristeza. Bien sabía que los “problemas” siempre representaban caos, destrucción, sufrimiento, muerte, y dolor.

Cerró los ojos en tanto controlaba su respiración y ponía su mente en paz. Una lágrima se le escurrió del ojo izquierdo en tanto liberaba a su mente de la realidad y una áspera voz, que provenía de su inconsciente, le decía en agria recriminación: “Nadie llama a Rom Hazler sino hay guerra”. Su mente hizo la nada y el sueño le cayó encima como una pesada losa.

EN LA ANGUSTIA DE LA INDECISIÓN

A todos aquellos que me leen.

    Estoy atrapado dentro de mi mismo. Después de escribir el cuento "Contacto Profundo", como la primera piedra de las Crónicas de Zurher, me he encontrado con la ausencia de nuevos cuentos. Bueno, al menos en el papel, porque en mi cabeza no pasa semana en que no le de vueltas y más vueltas a las ideas para continuar dichas crónicas, ya que deseo hacer una cadena de cuentos cortos que concatenen una novela de ciencia ficción.

  Pero, de las ideas de mi cabeza no pasan. Claro, algo le he contado a mis hijos, a quienes les he seguido la historia verbalmente en una parte, pero sin profundizarla tanto como he hecho en mi mente. ¿Qué me detiene para escribir? Si soy sincero debo decir que el miedo de escribir sandeces y no cumplir con las expectativas que tengo de mis creaciones. También influye el trabajo, y el sentir que tal vez a nadie le importe ni interese lo que escribo.

  Entiéndanme, sé que debo escribir por mi mismo, que el gusto de escribir debe nacer de mi, pero... he sido una persona egoísta toda mi vida y recrearme con un placer solitario [escribir para mi mismo], lo siento como sentarme a comer un delicioso manjar sin estar acompañado de nadie o degustar una botella de whisky de 18 años sin compañía. El placer que siento al escribir, al crear cuentos, es algo que necesito COMPARTIR. No puedo escribir para mi mismo, necesito saber que, así como me deleito escribiendo y gozo espiritualmente creando una realidad de mi mente, así también ALGUIEN, un lector, se recreará disfrutando y gozando espiritualmente con la lectura de mis realidades literarias. Si ese LECTOR no existe, el gozo de escribir no tiene ningún sentido.

  Así que deseo hacer un compromiso contigo, quien quiera que seas, quiero comprometerme a escribir si y sólo si te comprometes a leerme. Esto es algo muy importante para ambos porque para mi, como escritor, un gozo no compartido es la amargura más grande de mi alma. Comprométeme conmigo y yo lo haré también contigo.

  Sigamos pues con las Crónicas de Zurher y el terrible destino de las estrellas.

  Cuento contigo.

  Elomisciente

jueves, 18 de agosto de 2011

LOS LIBROS QUE HE LEIDO ESTE AÑO 2011

Hace muchos años, antes de que nacieran mis hijos, tenía la costumbre de ir cada mes a las librerías y comprar un libro para leer. Al nacer mis hijos, dejé de hacerlo y este año he retomado esta costumbre aún con más bríos. De hecho, cuando acabo un libro, no pude quedarme sin nada qué leer y voy a la librería a adquirir otro [o mi hija me presta alguno de los que ha leído]. Ojalá que ya no vuelva a perder este sano hábito y lo combine con escribir relatos todos los días. Aunque a mí mismo me parece increíble, este año he leído los siguientes libros desde principios de enero:

1) Eschbach, AndreasEl vídeo Jesús. Madrid : Bibliopolis, c2007. 463 p. Colección Bibliópolis Fantástica ; no. 47 T. original: Das Jesus video.El libro lo tuve que comprar en España, via internet, porque no hay en México [www.casadellibro.com].

Opinión: Lamentablemente es literatura McDonads... tal vez lo único rescatable es la descripción que hace de Jesús. Bastante anticlerical en sus posturas.

2) Zavala, José María. Padre Pio: Los milagros desconocidos del santo de los estigmas. Libros Libres. El libro lo tuve que comprar en España, via internet, porque no hay en México [www.casadellibro.com].

Opinión: Si tiene algunos milagros nuevos y explica algunos que ocurrieron en vida del santo. No obstante, no era precisamente lo que me esperaba del libro. Con todo, no deja de fascinarme la vida de este santo del cual he leido varias biografías y con el cual tengo un asunto familiar pendiente al no hacerle un milagro a mi familia pese a que mi padre le escribió suplicándoselo.

3) Eschbach, Andreas. Los tejedores de cabellos. Traductor: José María Faraldo. 224 págs. Colección Bibliópolis Fantástica nº 14 Título original: Die Haarteppichknüpfer.  El libro lo tuve que comprar en España, via internet, porque no hay en México [www.casadellibro.com].

Opinión: Un libro excelente. Una joya de la ciencia ficción excelentemente narrado y detallado. Son varios relatos que giran en torno a una historia central. La descripción del emperador es magnífica así como la del rey preso en su castillo. Tiene una mezcla de géneros entre Ray Bradbury, el poeta de la ciencia ficción, e Isaac Asimov, el padre de los imperios galácticos. No obstante, difiere con Asimov y Bradbury al darle un papel preponderante a la sexualidad en algunas partes de la narración. Pero no cae en lo vulgar y lo plantea bastante adecuadamente. Lo recomiendo y lo volvería a leer.

4) Albom, Mitch. Ten un poco de fé. México: Océano : Maeva c2010. 254 p. : il. T. original: Have a little faith. El libro lo presté en una biblioteca universitaria en donde forma parte del Círculo de Lectura.

Opinión: Albom nos regresa a nuestra fe infantil, al reencuentro con aquellos que nos inculcaron el conocimiento de Dios. Todo esto en tanto relata la vida de un rabino judío y de un cristiano converso que deja atrás su vida de pecado y encuentra motivos profundos para ayudar a su comunidad. Libro de lectura grata que remueve muchos conceptos de nuestra experiencia religiosa.

5) Albom, Mitch. Un día más : una esperanzadora historia sobre la familia, el perdón y la oportunidades de la vida. Barcelona : Oceano : Maeva, c2007. 241 p. El libro lo presté en una biblioteca universitaria en donde forma parte del Círculo de Lectura.

Opinión: El estilo de Albom es sencillo pero profundo. ¿Qué harías si de pronto tienes la oportunidad de reencontrarte con tu madre muerta y pasar todo un día con ella? Muy interesante como, en el proceso de sanación interior, es muy importante entender los por qués de nuestras madres. Libro de fácil lectura y que deja una interesante enseñanza de vida.

6) Albom, Mitch. Las cinco personas que encontrarás en el cielo / Tradujo Mariano Antolin Rato. Madrid : Maeva ; México : Océano, 2007. 250 p. T. original: The Five people you meet in heaven. c2003. El libro lo compré en Librería Gandhi, sucursal Mérida.

Opinión: Ya encarrilado con los otros dos, busqué este libro que debo reconocer que me gustó aún más que los anteriores. Con el estilo Albom, el autor nos va desenrollando la muerte y vida de Eddie, y con sencillez va explicando muchas cosas de la vida de este hombre que le dan sentido a su existencia y, a la par, a la nuestra. El libro, dividido en sencillos capítulos y estos a su vez en relatos cortos, no sólo es fácil de leer sino que a la vez es muy grato y deja enseñanzas bellas para nuestra vida. Mis dos hijas ya lo leyeron también.

7) Hosseini, Khaled. Cometas en el cielo / [traducción, Isabel Murillo Fort]. 11a ed. Barcelona : Salamandra, 2009. 382 p. T. original: The kite runner. El libro lo compré en Librería Gandhi, sucursal Mérida.

Opinión: El estilo de narración es muy bueno. El autor te atrapa en sus recuerdos de su vida en Kabul y te va llenado de experiencias ajenas que presenta como propias, en tanto te introduce poco a poco a la cultura afgana y a la vida de un niño que, de una u otra manera, podemos ser todos. Disfruté muchísimo el libro, tanto que lo paladee y no quería que terminara. Definitivamente lo recomiendo para ir comprendiendo ese ignoto país y para dilucidar la naturaleza humana.

8) Hosseini, Khaled. Mil soles espléndidos /  [traducción Gema Moral Bartolomé]. 4a ed. Barcelona : Salamandra, 2009. 412 p. T. original: A thousand splendid suns. El libro lo compré en Librería Gandhi, sucursal Mérida.

Opinión: Del mismo autor afgano, este libro representó una verdadera tortura para mi. No porque estuviera malo, para nada lo está, si no porqué describe una serie de vejaciones y sufrimientos sin cuento de dos mujeres afganas y su entorno. Es en verdad patético leer la vida imaginaria de dos mujeres en Afganistán, que parece más real que nada. Teniendo una madre que sufrió mucho, siendo padre de dos hijas y estando enamorada de una hermosa mujer, que es mi esposa, fue un tormento agonizante leer los soles espléndidos del que carecen las mujeres en el mundo musulmán. Excelente libro pero lo leí como si fuera medicina. Recomendado para mujeres.

9) Burpo, Todd. El cielo es real. Grupo Nelson, 2010. 208 p.Año: 2010. Este libro cayó en mis manos cuando fui a curiosear a Sanborns, pero por no querer enriquecer al dueño, fui a la librería Dante, Mérida, y lo encontré en oferta.

Opinión: Es la historia de un niño de 4 años, hijo de un pastor cristiano, que muere tres minutos durante una operación y al regresar, poco a poco, va narrando su experiencia en lenguaje muy sencillo. Las descripciones que el niño da del cielo son encantadoras, y sus argumentaciones sencillas y bellas. No obstante, el padre, quien es el que narra la historia a una escritora quien lo coescribe con él, nunca aclara de qué denominación cristiana es [a que iglesia pertenece], no obstante se cuida de que los comentarios expuestos sean aplicables a cualquier creyente en Cristo. Hace dos aclaraciones para los católicos y trata de ser tan transparente y honesto que hasta la marca de refresco que toma dice, así como de las palomitas de microondas. Me quedé con la duda si es real lo que cuenta o si es una historia que elabora para darnos una enseñanza. No hay que olvidar que la definición de fe es: creer sin pruebas.

10) Cercas, Javier. Soldados de Salamina. Librería Gandhi no se raja. Buen precio.

Opinión: Leí este libro por recomendación de Mario Vargas Llosa. No es que me lleve con él, sino que públicamente lo recomendó y debo agradecerle. Es un libro escrito por un periodista en que mezcla hechos reales con ficción, creando una verdadera obra de arte. El libro me encantó, aunque su lectura puede resultar cansada para aquellos que no son muy afectos a la historia, no saben de ideologías o conocen poco España. El hilo investigativo es genial en verdad. Muy bien desarrollado, muy creíble y muy interesante. El fallido fusilamiento de un escritor falangista lleva al autor a indagar los tejes manejes de la historia. Recomendable para todo aquel historiador que se sienta orgulloso de serlo, para todo periodista y para todo escritor.

11) Barbery, Muriel. La elegancia del erizo. México: Booket, 2010. Está vez si enriquecí a Sanborns al comprar esta "joyita" de la literatura francesa ahí. 

Opinión: Lo leí con cierto trabajo al principio. El humor francés no es muy de mi gusto, y menos sus petulancias filosóficas, pero al final me encantó. Fue como tener que tomar tres vasos de vinagre para poder disfrutar un buen postre. Confieso que me costó mucho trabajo encontrarle el hilo de gusto a la historia, pero si reconozco que es un buen libro. No obstante, no vuelvo a comprar libros de literatura francesa.

12) Mortenson, Greg y David Olivier Relin. Tres tazas de té. Madrid: Rocabolsillo, 2010. También Sangrons se enriqueció más con la venta.

Opinión: Después de leer dos libros sobre Afganistán, la historia de un hombre que se ha dedicado a construir escuelas en Pakistán y Afganistán, me atrajo poderosamente. La lectura es bastante interesante. Sobra decir que está muy bien escrito, pero estaba todavía empezando a leerlo, cuando apareció publicado que el autor había falseado datos y novelado otros. Se supone que es una historia real, pero resulta que no todo fue tal y como lo cuenta. Claro, eso desmejora cualquier historia, pero no deja de ser interesante leerla como ficción posible o deseable. Lamentablemente todo lo bueno que tiene esta historia, quedó completamente eclipsado con las falsedades que relata, como secuestros inexistentes y sucesos que no acontecieron tal y como los cuenta. Eso sin contar que los numerosos donativos no fueron muy bien utilizados que digamos. Qué pena, pero no debería dejar de leerse con la mentalidad que en estos tiempos los héroes tienes que ser creados al estilo hollywodense para que resulten.

13) Cashore, Kristin. Graceling. Madrid: Roca, 2009.

Opinión: Estaba triste porque no encontraba qué leer, cuando mi hija me prestó este libro, que viene siendo una novela épica entrecruzada con una novela juvenil, de aventuras y romántica. Trata la vida de varios personajes, especialmente una bella muchacha, que viven en una sociedad cuasi medieval. Escrito por una mujer joven, este libro ha resulta un verdadero gusto de leer y es el mejor en que he encontrado descrito el amor de una adolescente. Claro, su mercado es el de las chicas entre 15 y 22 años, pero no está vedado para nadie y yo lo disfruté ampliamente.

14) Cashore, Kristin. Fuego. Madrid: Roca, 2010.

Opinión: Segunda parte de la saga anterior. Fuego nos presenta la vida de una adolescente de 17 años que posee propiedades especiales en una sociedad medieval con reyes, intrigas, monstruos, traidores, amores y, por supuesto, mucho romanticismo. Claro, es un libro ideal para muchachas jóvenes pero que se deja leer con gran gusto. La autora tiene una manera de escribir muy agradable y sabe describir situaciones y personas con gran realismo. Cuando salga la tercera parte se lo compraré a mi hija para agradecerle el que me haya prestado estos dos libros de literatura juvenil que disfruté mucho.

15) Schneider, Helga. No hay cielo sobre Berlín. Salamandra, Barcelona, 2005.

Opinión: Es un libro en verdad excelente sobre las vivencias de la autora en su niñez en el Berlín que caía derrotado en los primeros meses de 1945. La autora, hija de un soldado alemán y de una mujer que la abandonó para irse como guardiana de la SS en un campo de concentración, vive en infierno de Berlín en casa de su madrastra, acunada por las bombas, la escasez, el hambre y los peligros de una vida en los sótanos de un edificio de departamento. Su relato es dramático, completo y lleno de terribles vivencias. Es uno de los pocos niños afortunados, junto con su hermano, de conocer al dictador alemán en su Bunker de la Cancillería, donde tiene la dicha de vivir unos días alimentada y cuidada en una ciudad que se sume en la desgracia. Es uno de los mejores libros que he leído y me ha impresionado vivamente, además de aprender en él que en tiempos de guerra cualquier buen libro puede ser un excelente suministro de papel higiénico, y de que no hay mayor dicha que estar al aire libre respirando oxígeno.

16) Cedillo, Juan Alberto. Los nazis en México. México: DEBOLSILLO, 2010.

Opinión: Presté este libro en la Biblioteca de la Facultad de Antropología pensando encontrar una buen ensayo histórico sobre el tema, y he quedado profundamente decepcionado. Este libro fue premiado por un jurado debido a que representa una investigación que no se había hecho sobre el tema, pero debo decirles que, muy lamentablemente, aunque para escribirlo se consultaron archivos y se da a conocer información de mucho interés, la manera de escribir del autor deja mucho que desear. Si es un ensayo histórico, el autor comete errores muy graves de juicio al realizar análisis muy aventurados de la información que encuentra. Además, su lenguaje no está bien manejado ni sus citas son usadas correctamente. Si este libro es un intento de novela, pues está requetemal. En resumidas cuentas, me he leído este libro como si tomara un purgante y me ha chocado doblemente su contenido: tanto como escritor como historiador que soy. Qué pena.

17) Cartas desde Stalingrado.

Opinión: Libro sencillo que denota unas supuestas cartas escritas por los soldados alemanes sitiados en Stalingrado durante la segunda guerra mundial. Parecen ser que las cartas no son tan reales si no que fueron escritas por un periodista alemán que visitó el lugar; no obstantes, están llenas de realismo y de sentimientos encontrados y de hecho se han utilizado como documentos históricos porque reflejan la realidad de un conflicto bélico y la estupidez de la naturaleza humana que en dichas guerras se presenta y de las cuales el soldado común es quien paga los platos rotos.

18) Catón [Fuentes Aguirre, Armando]. Los mil mejores chistes que conozco: y otros cien mas buenos aun. México: Diana, 2011.

Opinión: Leí este libro porque me gusta el buen uso que da al lenguaje el autor, aunque debo indicar que muchos de estos chistes ya los conocía. No obstante, se pasa un rato agradable leyéndolos, si y sólo si no se tengan prejuicios contra los chistes sobre sexo y sus connotaciones. Fácil y ameno de leer.

19) Appignanesi, Lisa. Los muertos perdidos. Una memoria de familia. Ediciones Península.

Opinión: Este es un libro muy interesante en que la autora describe la vida de sus padres en la Polonia ocupada por los nazis y su sobrevivencia como gentiles fuera de los guetos y campos de concentración. Trata varios aspectos de familia, de cómo pudieron vivir en un ambiente hostil donde tenían que fingir ser lo que no eran para salir adelante. El libro está muy interesante pero, a mi juicio, la autora cae en lo mismo que critica al juzgar con dureza a los polacos y la religión católica, pese a que reconoce que muchos de ellos ayudaron a los judíos de forma tan evidente, que las autoridades alemanas tuvieron que amenazar a la población con la pena de muerte para que no lo hicieran. Y ella misma aclara que eso no pasó en ninguna otra nación dominada por los nazis. Con todo, está muy bien escrito y vale la pena leerlo.

20) Beevor, Antony. Berlín: La caída: 1945. Madrid: Editorial Crítica, 2003.

Opinión: Excelente libro que todavía estoy degustando como si de un buen whisky se tratara. Libro escrito con la rigurosidad de una investigación científica aportando citas de cada nota y explicando paso a paso cómo fue la caída de la capital del Tercer Reich. Tan pronto lo acabe, compraré otros libros del mismo autor [Stalingrado] ya que me ha gustado mucho su forma de escribir y narrar los acontecimientos históricos apoyado en los testigos de los mismos y en documentos existentes en los archivos de los países involucrados.

Nota: Asimismo, leí tres libros más. Uno acerca del diario de una judía rusa encontrados hace poco. Muy corto y, a mi juicio, nada relevante. Un libro muy ligero sobre la muerte de Hitler que, si bien recogía excelentes testimonios de otros libros, daba por real el argumento de una novela... Y el último un libro de ciencia ficción, space opera, de David Weber, de la serie sobre la Capitana Honor Harrington, de Manticore, que si bien estaba interesante, no me convenció para comprar la saga completa.
No los desgloso porque no considero que valga la pena comentarlos. Ni tal vez leerlos.