Ojo enamorado

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En tu mirada

sábado, 1 de octubre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 2

LA LLAMADA
Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

Miró las estrellas. Nada le gustaba más que hacerlo. La noche era obscura y el cielo está pletórico de millones de luces que parpadeaban desde el fondo de la bóveda celeste. Eran en verdad tantas que no había ser vivo que las pudiera contar. Habían tenido que recurrir a las máquinas para saber cuántas eran, dónde estaban, cómo se llamaban y la mejor forma de llegar a ellas.

No dejaba de maravillarse. Ahí, entre esas millones de luces, vivían y morían cientos de miles de millones de seres. Y es que, pese a ser quien más había viajado por todo el Universo conocido y desconocido, nunca dejaba de asombrarse de la inmensidad de todo lo existente.

Era raro para él estar sólo, pero el hecho de estar en tantos lugares le daba también el derecho a cierta invisibilidad social. Su forma de vida, en constante movimiento, yendo de un lugar a otro sin pasar más de dos días en parte alguna, hacía de su vida un eterno fluir, como el agua de un rio que cae hacia el mar. De hecho, ese era uno de sus múltiples sobrenombres: Río Hazler. La risa lo invadió al recordar los muchos nombres por los cuales era conocido. Cada Sistema Planetario le daba un nuevo nombre, como si se tratara de un concurso para ver quién era capaz de describirlo mejor.

Un suave zumbido lo sacó de su contemplación divagada. Su comunicador sonaba y le volvía a la realidad. Lo activó y la suave voz de su ordenador límbico le informó que la Confederación Galáctica requería establecer contacto con él. Frunciendo el seño se comunicó con Milek y le indicó que hiciera los preparativos para salir en cinco horas rumbo al centro espacial más cercano de la Federación.

-Sólo me llaman cuando tienen problemas –masculló para sí mismo en tanto entraba en su minúscula habitación con un profundo dejo de amarga tristeza. Bien sabía que los “problemas” siempre representaban caos, destrucción, sufrimiento, muerte, y dolor.

Cerró los ojos en tanto controlaba su respiración y ponía su mente en paz. Una lágrima se le escurrió del ojo izquierdo en tanto liberaba a su mente de la realidad y una áspera voz, que provenía de su inconsciente, le decía en agria recriminación: “Nadie llama a Rom Hazler sino hay guerra”. Su mente hizo la nada y el sueño le cayó encima como una pesada losa.

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